Es una novela negra que recuerda la ambivalencia entre lo usual y lo inusual de los actos criminales. Durante la travesía del texto, la novela negra se convierte en un ejercicio lúdico de preguntas y respuestas en que la víctima y el victimario se difuminan en las callejuelas de sus actos. El contexto de esta novela se universaliza categóricamente, justo porque lo que sucede a puerta cerrada trasciende las fronteras de lo geográficamente posible y desvirtúa cualquier línea divisoria entre la razón y los instintos: entre lo visible y lo grotesco de la mente.
Los escenarios que presenta Flores de pergamino pueden ir y venir sin mayor problema, la narración arrastra o congela a sus personajes; algunos de los cuales se quedarán en algún resquicio de la mente de sus lectores, porque se dibujan tan humanos que el origen del mal se legitima.
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